Porque hay historias que merecen ser contadas...

Es hoy cuando decido aprovechar la bondad de internet para empezar a organizar una parte de mi vida. Alguien me comentó que había creado un blog para su mamá y lo vi como una buena alternativa de poner en orden un gusto que siempre tuve y nunca me animé a compartir masivamente, quizá porque en realidad no me considero bueno, sino simplemente un aficionado que encontró en la escritura una descarga, una terapia, y sobre todo una forma de no matar los recuerdos, porque a medida que pasa el tiempo, la memoria nos engaña.
No recuerdo cuando descubrí este gusto, pero fue hace mucho tiempo y gracias al amor por la enseñanza y la literatura de una profesora del secundario (Ana Machado), y porque algo merecía ser documentado de alguna manera, y para mi la palabra escrita es la mejor forma de trascender cualquier frontera, incluso cuando el tiempo, la vida, y la muerte nos condenan a un final anunciado. Porque sigo insistiendo en que hay cosas que son infinitas, y no todo termina cuando nos llega la hora, porque al límite de nuestra existencia lo determinamos nosotros mismos con lo cosechado en vida, y hay palabras que tienen miles de años y perduran gracias a que alguien las escribió en un papel, una piedra, una pared.
La literatura es un arte, y como todo arte es infinito. Muy lejos estoy yo de ser un artista, aunque en mi afán de escritor, alguna tuve la fantasía de que mucha gente llegara a leer lo que escribo con el mismo gusto con el que lo hago.
Soy desordenado por naturaleza, y en ese gran desorden perdí muchas cosas que escribí, nunca tuve un diario, bitácora, cuaderno, archivo, ni nada que conserve lo que fui escribiendo, y lamento haber perdido una parte de esos recuerdos que no merecen morir. Por eso es que decidí desde hoy recopilar mi material en un blog.
Porque internet es la herramienta mas usada del mundo, porque así voy a dejar perder lo que voy escribiendo, y porque quizá no cumpla ese sueño de que mucha gente lo lea, pero se que alguien lo va a leer y se va a encontrar entre mis recuerdos, y hasta quizá sonría de gusto.
Termino el prologo de mi blog con un GRACIAS a todas las personas que vayan a participar directa o indirectamente de él, porque cada día guarda mil historias que merecen ser contadas, y yo lo hago "por el gusto de escribir".

sábado, 3 de enero de 2009

3 de Enero de algún año

Hoy tuve un sueño extraño, me levanté más temprano de lo normal porque un certero y oportuno desvelo que, con el correr de los minutos se hizo dueño de mi tiempo, me sentó en el sillón donde ahora estoy, a escribir este sueño que, mitad dormido y mitad despierto, se me dio por crear.
Me arrodillé sobre la cama y luché unos minutos hasta poder abrir las cortinas romanas de las ventanitas de mi habitación. Abrí también los postigos y la luz de un día perfecto de verano invadió mi cuarto, me robó la primera sonrisa del día y me regaló un paisaje ideal para empezar a fantasear.
Sábado tres de enero de alguno de todos los años que me quedan de vida, un extraño desvelo mañanero me dice que es hora de levantarse porque hoy no hay límites de normalidad para un típico día de verano. Por más que el reloj siga marchando al constante ritmo que marca el segundero, hoy no existe el tiempo. Por más que allá afuera el resto del mundo no se percata de lo que sucede en mi casa, y seguramente sale dispuesto a vivir la rutina de otro día, hoy soy un privilegiado con el poder de soñar despierto; sí es eso, hoy es un día para soñar despierto.
Me siento del lado de la cama que da a la ventana de la habitación, descanso el movimiento para terminar de abrir bien los ojos y no chocarme nada, me levantó despacito y camino en puntas de pie para no despertarla. Con una sonrisa de complicidad con Dios, miro su cara angelical y agradezco a la vida por ese maravilloso despertar. De camino al baño abro otra puerta, simplemente para controlar que todo esté en orden, la vuelvo a cerrar.
El espejo del baño me devuelve felicidad, empiezo a reírme solo como un loco, y en voz baja tarareo nuestra canción favorita mientras le pongo pasta al cepillo de dientes, abro la ventana y veo que en el cielo no hay ni una sola nube, y otra sonrisa pícara delata mi estado anímico. Me saco mi alianza y la dejo sobre el mueble de baño. Al abrir la ducha, veo que las gotas caen más despacio que de costumbre, y no hacen el ruido de todos los días al chocar en el piso de la bañera, como si también serían parte del plan. Dejo correr durante varios minutos el agua por mi cara para despejarme, y respiro el olor del jardín que entra por la ventanita que había abierto. Me seco antes de salir de la ducha para no mojar el piso, vuelvo a poner mi alianza en el dedo anular y salgo del baño tratando de no hacer ningún ruido perturbador que arruine mi mañana, y mi sueño.
Me detengo al ver que la puerta que había controlado antes estaba entreabierta, y frente a ella, un niño pequeño frunce el ceño mientras se rasca la cabeza despeinada y bosteza. Me río, extrañado porque generalmente cuando Bauti se despierta es con llanto, porque algo perturbó el pesado sueño que heredó de sus padres, de lo contrario hay que sacarlo de la cama a la fuerza. Lo levanto para darle un beso e ir de regreso al baño para asearlo, con mi dedo índice sobre los labios le indico que haga silencio porque su madre esta dormida; él imita mi seña y ríe con complicidad, en voz baja.
Luego de vestirnos los dos, con movimientos fantasmagóricos para cuidar del silencio, salimos de casa por cinco minutos. Paramos en un puesto de flores y elegimos un ramo grande y colorido que la señora envuelve en un papel celofán, le pone un moño acorde al tamaño del ramo, una tarjetita, y con un rociador le tira agua a las flores para darle un toque de frescura. En la panadería también hacen unos bombones de chocolate que, haciendo excepción por la particularidad del día, anexamos una caja a las medialunas para el desayuno.
Hoy el calor no es tan sofocante como acostumbran a ser los días de enero en nuestra ciudad. De regreso en casa, el pequeño me ayuda a preparar el desayuno para su madre, alcanzando las naranjas y probando si todo esta rico. Intentamos decorar la bandeja, pero nos falta el toque femenino en el asunto. Subimos despacio otra vez las escaleras, entramos en la habitación, y un suspiro tranquilizador anuncia que ella sigue dormida. Dejo la bandeja sobre la mesa de luz y, mientras el niño la despierta con un beso en la mejilla, yo voy hasta la ventana y abro los postigos para que el sol invada nuestra habitación.
Ella se sienta en la cama, nos besa a ambos, y en un abrazo compartido afirmo que hoy el trabajo tendrá que esperar unos minutos, porque es nuestro aniversario. También se me ocurre pensar que en verdad se estaba haciendo la dormida, porque su sonrisa era también de cómplice; pero que más da, había sido una noche con desvelo generalizado, y hoy es un día para soñar despierto…

1 comentario:

Anónimo dijo...

si supieras que te amo...