un rato antes de conocerme
ya era una mujer,
a los besos que mueren
justo antes de nacer,
a promesas mentirosas
y actitudes religiosas
que duran lo que una misa
un domingo en la catedral.
A su ética, a mi moral,
que hoy descansan bajo tierra
tomadas de la mano.
A un abrazo que se aferra
simplemente a la nada;
a ese sueño vano
que descansa en la almohada
donde se secan mis lágrimas,
un recuerdo me desvela
y el silencio me consuela,
con palabras de Zorrilla
y actitudes de Don Juan,
que me rompen la costilla
que protege al corazón.
Al orgullo y la razón
que cuando me abandonaron
me hicieron callar,
y luego se alejaron
para que aprenda a llorar.
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