Si aún sigo redundando en un te quiero que,
insignificante se derrumba,
a los pies de lo que siento en realidad,
es a causa de mi incapacidad de encontrar,
escribir,
inventar,
descubrir,
ese adjetivo que solo te merece a vos.
Es la falta de canciones,
un síndrome de la hoja en blanco,
cargada de una sobra de razones
que me dejan callado,
dormido y encantado
de tenerte al lado mío.
Es el producto de lo desconocido.
La rareza de amigarse a la fortuna
y olvidarse del pasado.
La rutina que se muere
con sabina en un estadio,
o en un amanecer de Pinamar.
Es el miedo de soñar que es cierto,
que vale la pena dar sin esperar nada a cambio,
que todo vuelve y te premia la verdad.
Es la falta de costumbre
de dormir acurrucado
y respirar felicidad.
Es lo cursi en mis palabras.
Es mi voluntad
de ser ese gesto en tu boca
antes de un beso.
O quizá es un simple "te quiero"
queriendo decirte sin idas ni vueltas,
que soy apenas un tipo
feliz y encantado
de conocerse distinto
en el reflejo de tus ojos.
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