Apagaba la ropa su cuerpo
por eso vestía de negro,
su boca era el reintegro
de la cuenta del diablo
a las tentaciones,
su espalda
un par de canciones,
sus pasos
el camino al cielo.
Salud a sus ojos café,
precisos, ineludibles,
fuertes, irresistibles,
pequeños detallistas.
Sus piernas equilibristas,
lidiando,
entre tacos y alcohol,
desafiando,
física y gravedad,
daban clases
de elegancia.
Salud a su humildad,
y a la casual circunstancia
de compartir,
conmigo una almohada,
y no dormir,
en una eterna madrugada,
y no parar,
de reír a carcajadas.
Globalizaba su voz
en comentarios banales,
“son todos iguales”,
escuché más de una vez,
pero morían después,
en besos que excedieron
todos los adjetivos,
sin embargo merecieron,
mucho más
que una canción.
Mi regalo a quién se cruzó conmigo por causalidades, para cambiar mis planes, y dar vuelta otra vez todas mis ideas. A la necesidad de encontrar un adjetivo que la describa, y aún no aparece. A una caricia sanadora capaz de borrar todo aquello que no merece la pena. A su capacidad de hablar dejándolo todo claro. A su esencia, sencillamente invaluable.
1 comentario:
sos todo lindo
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